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El arte del kintsugi sirve de pretexto para que la poeta escénica Pilar Astray y el paisajista sonoro Rooteo se pregunten cómo recuperar un cuerpo maltratado en la odisea sonora y poética “El Carnicero”, que pone de manifiesto el proceso de cicatrización de las heridas psicológicas y físicas de la violencia machista.
El poemario de Pilar Astray se divide en seis actos: “Desconcierto”, “Culpa”, “Fe y entrega”, “El castigo”, “Ancestras” y “Expiación”, para desconfigurar y liberar la herencia de un dolor que no es nuestro. “El Carnicero” ahonda en la oscuridad de la familia como lugar de violencias más o menos invisibles, pero también señala una espiritualidad patriarcal que bebe de la culpa y cierra las puertas a la teología feminista. Así mismo considera el amor romántico como el tercer concepto de esta trinidad que sustenta la violencia contra las mujeres.
“El Carnicero” es un ritual empoderante que insta a cada persona a liberar las injusticias producidas en su genealogía o desde la misma. En palabras de los artistas: “Deposita aquí tu violencia. Quien no tenga violencia que no escriba”.
Si nuestros lectores y nuestras lectoras quieren comprobar el poder del arte y la palabra poética en una extensión iluminadora y artística del pacto contra la violencia machista que nos convoca a toda la sociedad, vayan a dejar en “El Carnicero” todo aquello que creen que alimenta el maltrato y destroza a las víctimas.
Esta obra es oscura, eléctrica, lynchniana, mezcla audios de whatsapp tras vínculos traumáticos, música de procesiones de la Semana Santa con cánticos mozárabes, foleys, drones y diversos elementos que configuran un paisaje sonoro tan espeluznante como revelador.
Saldrás liberada. Eso aseguran quienes ya han leído esta propuesta.